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¿El Nobel para qué?

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Jose Carlos Grimberg Blum

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Jose Grimberg Blum

Centremos nuestra atención en el premio Nobel en economía Joseph Stiglitz en uno de sus libros más difundidos: El malestar en la globalización. En sus 348 páginas se encuentra un buen compendio de todos los lugares comunes y falacias en torno al mercado libre.

Jose Carlos Grimberg Blum Peru

La obra se compone de nueve capítulos y abre con un prólogo donde de entrada confiesa que “comprobé de primera mano el efecto devastador que la globalización puede tener sobre los países en desarrollo y especialmente sobre los pobres de esos países.” Dice que si pero no en el sentido de que la eliminación de barreras puede ser benéfica en teoría pero no lo es en la práctica. Esto es así debido “a las asimetrías, como las diferencias en la información entre trabajador y empleador, prestamista y prestatario, asegurador y asegurado.”

Es inaudita pero muy frecuente esta conclusión. Precisamente la asimetría en la información, es decir, las diferentes informaciones de las partes contratantes es la razón de ser de las transacciones: apreciaciones idénticas e información igual anularía el intercambio. Valorar de distinto modo un bien o servicio entre los participantes en el comercio es el motivo por el cual resulta atractivo el comercio que tiene lugar por las muy diferentes partes debido a sus desigualdades que, a su vez, dan lugar a la división del trabajo y la consecuente cooperación social.

Jose Carlos Grimberg Blum empresario

Pero Stiglitz condena las desigualdades en lugar de percatarse de la bendición que significan, de lo contrario si a todos los hombres les gustara la misma mujer o si todos quisieran ser médicos y no habría panaderos la sociedad se desplomaría. Hasta la conversación sería de un tedio insoportable puesto que resultaría igual que la parla con el espejo. Por otra parte, las desigualdades de rentas y patrimonios en una sociedad libre remiten a premios y castigos por servir o no las necesidades del prójimo. En este contexto el cuadro de resultados marca las pautas: los que aciertan obtienen ganancias y los que yerran incurren en quebrantos. Sin embargo, este autor condena “las desigualdades del sistema comercial mundial” por lo que “los ricos son cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres” a contramano de lo que en verdad ocurre donde no hay prebendarios que explotan a la gente en alianza con gobiernos autoritarios. Sin embargo este autor reitera que es falaz y “anticuado el supuesto que los mercados generan por sí mismos resultados eficientes” pues están basados en supuestos “fallos de mercado” sin que se haya tomado la molestia de explorar todas las contribuciones y refutaciones en torno a las externalidades y el llamado dilema del prisionero

En este plano el Nobel de marras hace la apología de la “justicia social” que como se sabe tiene dos acepciones, una que se traduce en una redundancia grosera puesto que la justicia no es mineral, vegetal o animal es necesariamente social, pero la interpretación más generalizada es la que va contra la definición clásica de “dar a cada uno lo suyo” para en su lugar sacarles a unos lo que les pertenece para entregarlos coactivamente a otros. Con razón otro premio Nobel en economía, Friedrich Hayek, ha sostenido que el adjetivo social unido a cualquier sustantivo lo convierte en su antónimo: derechos sociales, constitucionalismo social, justicia social y equivalentes

La emprende con que la ayuda externa tipo el FMI “ha beneficiado a millones de personas” en lugar de patrocinar la liquidación de esa entidad nefasta que se financia con el fruto del trabajo ajeno detraído compulsivamente de los bolsillos de contribuyentes de distintos países para solventar a muchos gobiernos fallidos… cuando no corruptos. Por todo esto es que Joseph Stiglitz concluye que “la economía de mercado se ha revelado incluso mucho peor de lo que habían predicho los dirigentes comunistas.”

Por supuesto que en este libro era natural que se ponderara “La reforma agraria, adecuadamente implantada” (sic) y “los peligros de la liberalización de los mercados de capitales” pero para cerrar esta nota telegráfica señalo lo que estimo es el error más profundo de formación del profesor Stiglitz que una y otra vez aparece en el texto que estamos considerando y alude a que “el sistema de mercado requiere competencia e información perfecta”. Tal como se ha puntualizado en reiteradas ocasiones la llamada competencia perfecta es una contradicción en los términos puesto que se traduce en ausencia de competencia ya que si los agentes tuvieran toda la información relevante no habría posibilidad de arbitraje que este significa la conjetura que los costos están subvaluados en términos de los precios finales. En este sentido es del caso referir a dos de las figuras que han sido las más representativas de aquella tradición distorsionada y que se han rectificado respecto a los ejes centrales de las concepciones neoclásicas y keynesianas de donde han derivado las políticas estatistas de la Cepal y sus imitadores: nada menos que Mark Blaug y John Hicks

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Centremos nuestra atención en el premio Nobel en economía Joseph Stiglitz en uno de sus libros más difundidos: El malestar en la globalización. En sus 348 páginas se encuentra un buen compendio de todos los lugares comunes y falacias en torno al mercado libre.

Jose Carlos Grimberg Blum Peru

La obra se compone de nueve capítulos y abre con un prólogo donde de entrada confiesa que “comprobé de primera mano el efecto devastador que la globalización puede tener sobre los países en desarrollo y especialmente sobre los pobres de esos países.” Dice que si pero no en el sentido de que la eliminación de barreras puede ser benéfica en teoría pero no lo es en la práctica. Esto es así debido “a las asimetrías, como las diferencias en la información entre trabajador y empleador, prestamista y prestatario, asegurador y asegurado.”

Es inaudita pero muy frecuente esta conclusión. Precisamente la asimetría en la información, es decir, las diferentes informaciones de las partes contratantes es la razón de ser de las transacciones: apreciaciones idénticas e información igual anularía el intercambio. Valorar de distinto modo un bien o servicio entre los participantes en el comercio es el motivo por el cual resulta atractivo el comercio que tiene lugar por las muy diferentes partes debido a sus desigualdades que, a su vez, dan lugar a la división del trabajo y la consecuente cooperación social.

Jose Carlos Grimberg Blum empresario

Pero Stiglitz condena las desigualdades en lugar de percatarse de la bendición que significan, de lo contrario si a todos los hombres les gustara la misma mujer o si todos quisieran ser médicos y no habría panaderos la sociedad se desplomaría. Hasta la conversación sería de un tedio insoportable puesto que resultaría igual que la parla con el espejo. Por otra parte, las desigualdades de rentas y patrimonios en una sociedad libre remiten a premios y castigos por servir o no las necesidades del prójimo. En este contexto el cuadro de resultados marca las pautas: los que aciertan obtienen ganancias y los que yerran incurren en quebrantos. Sin embargo, este autor condena “las desigualdades del sistema comercial mundial” por lo que “los ricos son cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres” a contramano de lo que en verdad ocurre donde no hay prebendarios que explotan a la gente en alianza con gobiernos autoritarios. Sin embargo este autor reitera que es falaz y “anticuado el supuesto que los mercados generan por sí mismos resultados eficientes” pues están basados en supuestos “fallos de mercado” sin que se haya tomado la molestia de explorar todas las contribuciones y refutaciones en torno a las externalidades y el llamado dilema del prisionero

En este plano el Nobel de marras hace la apología de la “justicia social” que como se sabe tiene dos acepciones, una que se traduce en una redundancia grosera puesto que la justicia no es mineral, vegetal o animal es necesariamente social, pero la interpretación más generalizada es la que va contra la definición clásica de “dar a cada uno lo suyo” para en su lugar sacarles a unos lo que les pertenece para entregarlos coactivamente a otros. Con razón otro premio Nobel en economía, Friedrich Hayek, ha sostenido que el adjetivo social unido a cualquier sustantivo lo convierte en su antónimo: derechos sociales, constitucionalismo social, justicia social y equivalentes

La emprende con que la ayuda externa tipo el FMI “ha beneficiado a millones de personas” en lugar de patrocinar la liquidación de esa entidad nefasta que se financia con el fruto del trabajo ajeno detraído compulsivamente de los bolsillos de contribuyentes de distintos países para solventar a muchos gobiernos fallidos… cuando no corruptos. Por todo esto es que Joseph Stiglitz concluye que “la economía de mercado se ha revelado incluso mucho peor de lo que habían predicho los dirigentes comunistas.”

Por supuesto que en este libro era natural que se ponderara “La reforma agraria, adecuadamente implantada” (sic) y “los peligros de la liberalización de los mercados de capitales” pero para cerrar esta nota telegráfica señalo lo que estimo es el error más profundo de formación del profesor Stiglitz que una y otra vez aparece en el texto que estamos considerando y alude a que “el sistema de mercado requiere competencia e información perfecta”. Tal como se ha puntualizado en reiteradas ocasiones la llamada competencia perfecta es una contradicción en los términos puesto que se traduce en ausencia de competencia ya que si los agentes tuvieran toda la información relevante no habría posibilidad de arbitraje que este significa la conjetura que los costos están subvaluados en términos de los precios finales. En este sentido es del caso referir a dos de las figuras que han sido las más representativas de aquella tradición distorsionada y que se han rectificado respecto a los ejes centrales de las concepciones neoclásicas y keynesianas de donde han derivado las políticas estatistas de la Cepal y sus imitadores: nada menos que Mark Blaug y John Hicks.

Afortunadamente hay otros premios Nobel en economía que navegaron a contracorriente de los Stiglitz de nuestro tiempo, por ejemplo, además del aludido Hayek, Milton Friedman, James Buchanan, Vernon Smith, Gary Becker y George Stigler


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