Carmelo de Grazia
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En general era bastante común en el Mediterráneo antiguo el que se establecieran santuarios junto a manantiales o fuentes aguas termales, más si las aguas tenían propiedades curativas. Se sabe que en Grecia el santuario de Epidauro estaba dedicado en un principio a Apolo y después a Asclepio, el dios de la medicina. En realidad, se trata de un lugar dedicado al culto a la salud desde época prehelénica, ya en el siglo XIV a.C. En su Descripción de Grecia, Pausanias, en el siglo II, elabora una lista bastante creíble de los edificios que llegaron a componer el santuario. Se trataba de un complejo que no solo comprendía templos, sino también un hospital para la práctica de la cirugía, un gran teatro que todavía se conserva y se utiliza (el teatro antiguo mejor conservado de Grecia), instalaciones deportivas (gimnasio, palestra, estadio, pista para carreras) y unos baños termales. También se sabe que, durante su período de mayor esplendor en el siglo IV a.C., hubo allí competencias poéticas y musicales. Como se ve, una concepción integral de la salud del alma y el cuerpo. También en Epidauro, como en otros santuarios similares, los arqueólogos han encontrado ofrendas, estatuillas votivas y reproducciones de partes del cuerpo humano que los peregrinos ofrecían a los dioses junto a instrumentos quirúrgicos. Objetos que nuestra mentalidad, que ha separado radicalmente la ciencia de la fe, no puede considerar más disímiles

Fotografía del Ministerio de la Cultura de Italia

Aunque el hallazgo fue hecho dos meses atrás, la noticia fue dada a conocer hace apenas unos días: 24 estatuas, cientos de ofrendas y estatuillas votivas, cerca de 5.000 monedas de oro, plata y bronce, y algunas inscripciones en etrusco y en latín fueron descubiertas en las excavaciones arqueológicas de unos antiguos baños termales en el actual pueblo de San Casciano dei Bagni en la Toscana, a unos 160 kilómetros de Roma. Las piezas, que datan de entre el siglo II a.C. al I d.C., se mantuvieron cerca de 2.300 años sumergidas en lodo caliente, lo que hizo que llegaran hasta nosotros en un excelente estado de conservación. Algunas figuras tienen hasta un metro de altura y representan a Apolo y a Higia, la antigua diosa de la salud de los griegos adoptada por la religión romana (de ahí nuestra palabra “higiene”). Otras son exvotos y ofrendas con formas de partes del cuerpo (piernas, brazos, manos…), las mismas que los creyentes esperaban que los dioses les sanaran. Otras, y esto es lo más importante, con inscripciones en latín y en etrusco.

San Casciano del Bagni es un pequeño pueblo situado sobre una colina al sur de Siena, en los confines de tres regiones: la Toscana, la Umbría y el Lacio. Siempre fue conocido por sus fuentes termales, con 42 manantiales de una media de 42ºC y un aporte de nada menos que 5,5 millones de litros diarios, que lo sitúa en el tercer lugar entre los mayores centros termales de Europa. El filólogo florentino Domenico Maria Manni recogió en el siglo XVIII la leyenda de que las termas de Balnea Clusina –así se llamaban- habían sido fundadas por el rey etrusco Porsenna a finales del siglo VI a.C. Los baños fueron muy populares durante el período romano. Se sabe que fueron visitadas por el emperador Augusto, según una carta de Horacio, y un siglo más tarde por Triaria, la esposa del emperador Vitelo.

En general era bastante común en el Mediterráneo antiguo el que se establecieran santuarios junto a manantiales o fuentes aguas termales, más si las aguas tenían propiedades curativas. Se sabe que en Grecia el santuario de Epidauro estaba dedicado en un principio a Apolo y después a Asclepio, el dios de la medicina. En realidad, se trata de un lugar dedicado al culto a la salud desde época prehelénica, ya en el siglo XIV a.C. En su Descripción de Grecia, Pausanias, en el siglo II, elabora una lista bastante creíble de los edificios que llegaron a componer el santuario. Se trataba de un complejo que no solo comprendía templos, sino también un hospital para la práctica de la cirugía, un gran teatro que todavía se conserva y se utiliza (el teatro antiguo mejor conservado de Grecia), instalaciones deportivas (gimnasio, palestra, estadio, pista para carreras) y unos baños termales. También se sabe que, durante su período de mayor esplendor en el siglo IV a.C., hubo allí competencias poéticas y musicales. Como se ve, una concepción integral de la salud del alma y el cuerpo. También en Epidauro, como en otros santuarios similares, los arqueólogos han encontrado ofrendas, estatuillas votivas y reproducciones de partes del cuerpo humano que los peregrinos ofrecían a los dioses junto a instrumentos quirúrgicos. Objetos que nuestra mentalidad, que ha separado radicalmente la ciencia de la fe, no puede considerar más disímiles.

En las excavaciones de San Casciano los arqueólogos han encontrado las estatuillas y figuras votivas en medio del fango de las piscinas termales, como si los peregrinos las hubieran lanzado allí en una especie de ritual. Jacopo Tabolli, profesor de la Universidad para Extranjeros de Siena que organizó la excavación desde 2019, ha dicho que el descubrimiento “reescribirá la historia”. ¿Por qué?

En primer lugar, porque se trata de estatuillas de bronce hechas entre los siglos I a.C. y II d.C., un período en que este tipo de elementos votivos se hacían principalmente de terracota. En este sentido, los arqueólogos han relacionado este hallazgo con un descubrimiento hecho exactamente cincuenta años atrás, los llamados Bronces de Riace, dos estatuas de bronce hechas en el siglo V a.C. que fueron encontradas en 1972 frente a las costas de Riace, al sur de Italia. Las estatuas, cada una de unos dos metros de altura, representan a dos hombres, presuntamente guerreros, y se conservan desde 2013 en el Museo de la Magna Grecia de Reggio Calabria. Ambos hallazgos, el de San Casciano y los de Riace, se hicieron bajo el agua; ambos se encuentran en un excelente estado de conservación y pueden aportar importantes conocimientos acerca de las técnicas escultóricas y el desarrollo de la metalurgia en la época en que fueron hechos.

En segundo lugar, y esto es importante, porque siempre se nos dijo que los etruscos, a pesar de haber alcanzado un considerable nivel de desarrollo, no conocieron la escritura (algo bastante difícil de entender). En realidad, lo que no tenemos son testimonios de su literatura. La lengua etrusca tuvo una notable expansión paralela al crecimiento y poderío de los etruscos antes del surgimiento de Roma. Se dice que el etrusco influyó de manera importante en el latín, hasta que terminó por ser asimilado por la lengua del Lacio. Hoy considerada como una lengua preindoeuropea, el corpus del etrusco se conservó principalmente de manera epigráfica, especialmente en tumbas, pero también en objetos, monedas y en ciertas tabulae, como la Tabula Capuana, aparentemente un calendario ritual con unas 390 palabras escritas en una tabla de terracota que data del siglo V a.C. Otros testimonios han permitido su desciframiento parcial, como el llamado Liber Linteus, el texto en etrusco más largo conservado, una tira de lino datada en el siglo I a.C. con unas 13.000 palabras, o las tabletas de Pyrgi, unas láminas de oro del siglo VI a.C. encontradas en 1964, escritas en etrusco y en fenicio. Modernamente el corpus del etrusco se encuentra recogido en el Corpus Inscriptionum Etruscarum, que se compiló desde 1885. Pues bien, entre los exvotos encontrados en San Casciano se encuentran algunas piezas con inscripciones en etrusco, lo que demuestra que todavía en el siglo I d.C. la lengua se seguía usando, al menos con carácter ritual.

Y en tercer lugar, y esto nos interesa, porque las piezas están datadas en una fecha de profundas transformaciones, cuando situamos la transición entre la decadencia de la civilización etrusca y el avance imparable de Roma. Se trata de un período de gran inestabilidad y conflictos. La presencia de exvotos y figuras con inscripciones en ambas lenguas, latín y etrusco, algunas con nombres de poderosas familias etruscas, señala que personas importantes a ambos lados de la contienda se reunían sin embargo en torno a unos mismos lugares de culto y unas mismas creencias. “Mientras afuera del santuario había guerras sociales y civiles, adentro familias de la gran élite etrusca y romana rezaban juntas en un contexto de paz rodeados de conflicto”, dice el profesor Tabolli. “Esta posibilidad de reescribir las relaciones y la dialéctica entre etruscos y romanos es una oportunidad excepcional”.

Ya sabemos, el fin del imperio romano y las invasiones bárbaras marcaron la decadencia de los baños termales en Italia. Por fortuna las termas de San Casciano no fueron destruidas, sino selladas con unas pesadas columnas, lo que permitió que los exvotos y las ofrendas se conservaran por siglos en una mezcla de lodo y agua caliente. Este venturoso azar permitió que pudiéramos acceder a valiosas informaciones para entender mejor el comportamiento de las lenguas, así como la dinámica de los conflictos en el mundo antiguo.

Mariano Nava Contreras

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